*articulo publicado en El sol de Cusco, en la quincena de diciembre del 2003
Que el Cienciano no juegue el partido de local para la final de la Copa Sudamericana en el estadio Garcilazo, es más que una simple cuestión de normas. El despojo de la correspondiente localía, pasando por encima de la voluntad de un pueblo, es una actitud antidemocrática disimulada con argumentos tecnicistas.
Una acción antidemocrática no proviene exclusivamente de un gobierno de tipo dictatorial, sino, como nos lo ha demostrado hasta el cansancio la globalización, también de los grupos de poder, el capital y el mercado. Un organismo como el encargado de la organización de la Copa Sudamericana, enmarcado al interior de una sociedad democrática como la latinoamericana, debe emitir o recoger normas o disposiciones que involucren, en cada una de estas, el factor democrático. Sucede todo lo contrario con la norma que reglamenta la capacidad de los estadios por etapa clasificatoria, la misma que aleja al Cienciano de jugar la final en el Garcilazo.
La Democracia como sistema existe precisamente para cubrir las diferencias que se presentan en la sociedad. Diferencias como las económicas. Y si un club, una provincia, un país, no tiene un estadio “grande” (40, 50 mil personas) no es por capricho arquitectónico, sino porque responde a una realidad tanto demográfica como económica. Una provincia con indicadores de desarrollo disminuidos, difícilmente contaría con estadio para 60 mil personas, debido a lo costos de la inversión y a lo innecesario de tan enorme capacidad. Lo que en las grandes capitales sí sería funcional.
Ahora, la pobreza no puede ser de ninguna manera causal de discriminación, y el no permitirle a un pueblo participar adecuadamente de una competición que le corresponde, por cuestiones de infraestructura, no es más que una explícita demostración de la poca atención que le prestan los grupos de poder a lo que tenga que ver con la voluntad popular, democracia, espíritu deportivo. O sea es como si prevaleciera la norma sobre la constitución, el espíritu de la localía subordinado a la forma de la norma (manipulable, manejable). Por lo que, las autoridades democráticamente elegidas tienen el deber de pronunciarse consecuentemente con la voluntad de su pueblo.
Si el estadio de la UNSA en Arequipa (recientemente ampliado y remodelado) no contase con la capacidad requerida ¿dónde se hubiera tenido que jugar dicha final? En el departamento de Cusco viven un millón de ciudadanos que se identifican y hacen suyo a un equipo de fútbol que sienten los representa. Este mismo millón de ciudadanos espera ver jugar a su equipo en su casa que es su estadio. Sin embargo lo que quiera un millón de cusqueños respecto a su club no basta. Y se dice que vivimos en Democracia.
Efraín Agüero Solórzano